martes, 4 de noviembre de 2014

Aprende a ser Uno, no mente

Aprender a amarse no es difícil, es natural. Si has conseguido algo antinatural como aprender a querer a los demás sin quererte a ti mismo, entonces lo otro es sencillo. Has hecho casi lo imposible. Solo se trata de una cuestión de comprensión muy simple, que es “debo amarme a mí mismo, de lo contrario me perderé el sentido de la vida”. No creceré, sino que envejeceré. No tendré individualidad. No seré auténticamente humano, digno, íntegro.

Quiérete a ti mismo. No dejes que te distraiga ninguna persona, ya sea religiosa, política, social o educativa. Tu responsabilidad primera no es hacia la religión ni hacia la nación, es hacia ti mismo. Si todo el mundo se ama y se cuida, su inteligencia llegará a la cima, su amor le desbordará. La filosofía del egoísmo le hará realmente altruista porque tendrá tanto para compartir y para dar que dar será para él una alegría, compartir será una celebración. El altruismo solo puede ser un derivado del amor hacia ti mismo.

Solo tienes que confiar en ti mismo, que es otra forma de decir ámate a ti mismo. Y cuando confías en ti mismo y te amas, entonces te has responsabilizado de lo que eres, seas quien seas. Eso te da una experiencia del ser tan tremenda que nadie te podrá esclavizar de nuevo.

Estás arriesgando mucho cuando declaras que eres tú mismo. No perteneces a ningún grupo, a ningún rebaño. Tal vez la multitud nunca te lo perdone. Pero es tan bueno arriesgarse, caminar por el filo de la navaja, donde cada paso que das es peligroso. Cuanto más peligrosamente vives, más vives. Y es posible vivir en un instante toda la eternidad, si estás preparado para vivir con totalidad, arriesgando absolutamente todo. Cuando un hombre se enamora de la rebelión va por buen camino.
La desobediencia es la base del verdadero hombre religioso. Solo entonces podrás deshacerte de los condicionamientos. Y cuando ya no estés condicionado, no te preguntarás cual es el objetivo de la vida. Tu pregunta dará un giro: ¿Cómo puedo vivir con más totalidad? ¿Cómo puedo sumergirme totalmente en la vida?

El hombre es una máquina. El hombre, tal como es, es totalmente inconsciente. No es más que sus hábitos, la suma total de sus hábitos. El hombre todavía no es un hombre. A menos que la conciencia penetre en tu ser, seguirás siendo una máquina. Actúa de modo completamente distinto, incluso en las cosas pequeñas. Empieza a abandonar todos tus patrones de reacción. Intenta responder a la realidad en cada momento, no según la idea preconcebida, sino de acuerdo a la realidad que hay en el exterior. ¡Responde a la realidad! Responde con toda tu consciencia, pero no con tu mente. Entonces, cuando respondas con espontaneidad y no reacciones, nacerá la acción. La acción es bella, la reacción es horrible. Solamente el hombre consciente actúa, el hombre inconsciente reacciona. La acción libera. La reacción continúa creando cadenas y las va haciendo cada vez más gruesas, fuertes y resistentes. Vive una vida de respuesta y no de reacción.


Sé un ser independiente. Escucha tu voz interna. En el momento en que empieces a acallar tu mente podrás escucharla, no es difícil. Todos los seres humanos tienen en potencia la capacidad de conocerse a sí mismos. Y cuando te conoces a ti mismo nadie te puede quitar tu individualidad. Tu reino está en tu interior. Solo tienes que aprender a cerrar los ojos y mirar hacia dentro. Un poco de disciplina, un poco de aprendizaje para no estar siempre enfocado hacia fuera, sino para poder volverte hacia dentro, una o dos veces al día. Poco a poco empezarás a ser consciente de tu ser eterno. Un día ya no necesitarás que te presten atención, empiezas a sentir que eres especial, único… aunque no puedan señalar en qué consiste la singularidad. Las personas que se han descubierto a sí mismas se encuentran con el hecho de que atraen a miles de personas, aunque no lo estaban buscando.

Cuando te conoces a ti mismo ya no te importan los demás. Si el resto del mundo te olvidara, no tendría la menor importancia. Sabes que el ego es falso, y depender de lo falso es hacer castillos de arena. Vuestras personalidades son como firmas en el agua. No has terminado de firmar y ya han desaparecido.

Un hombre que está parcialmente implicado solo está parcialmente vivo. Cuanto más profunda es la implicación, más profunda es tu vida. Cuando estás totalmente implicado en la vida, en la muerte, en el amor, en la meditación, en cualquier tipo de cosa que quieras hacer, si has vivido con totalidad, la muerte no es el final. La muerte solo es un episodio, en pequeño episodio en una vida eterna.

Vive momento a momento. Con una gran aceptación, sin crear divisiones, y estarás en el camino de autoconocimiento. Renuncia a la división, a esos ideales que te producen ese antagonismo. Eres como eres, acéptalo con alegría, con gratitud. Y de repente sentirás armonía, una gran música. La música del autoconocimiento. Entonces tienes una llave mágica que abre todas las puertas. Hazle caso a tus instintos, hazle caso a tu cuerpo, a tu corazón, a tu inteligencia. Confía en ti mismo, ve adonde quiera llevarte tu espontaneidad, y no habrá pérdida. Y fluyendo espontáneamente con tu vida natural, un día te encontrarás en la puerta de lo divino.

Ama la vida en toda en toda su multidimensionalidad. ¡Dad! Porque es el único modo de acercarse cada vez más a la verdad absoluta. La verdad absoluta no está lejos, está escondida en lo inmediato. Dios no está allí, sino aquí.

Las personas creativas no se sienten deprimidas o culpables. Su participación en el universo, a través de sus acciones creativas, les da una tremenda satisfacción y dignidad. Ése es el derecho de nacimiento de todo hombre. Es muy fácil usar la energía en campos creativos, aprende cualquier cosa que transforme tu energía destructiva en energía creativa. Entonces, no estarás enfadado con la existencia, estarás agradecido. No estarás en contra de la vida. ¿Cómo puede una persona creativa estar en contra de la vida, en contra del amor? Solo la gente poco creativa está en contra de todo.

Aprende a ser silencioso, pacífico, aquietado. Aprende a ser uno, no mente, todo se vuelve más fácil. El día en el que ese momento llegue a tu vida podrás compartir tu dicha. Ahora serás capaz de dar amor. Antes de eso solo había sufrimiento, esperanzas y frustraciones, deseos y fracasos, sueños…

Sé consciente, no malgastes el tiempo. Cuanto antes empieces a vibrar en la no mente, mejor. Entonces, pueden florecer en ti muchas cosas, el amor, la creatividad, la espontaneidad, la alegría, la oración, la gratitud. Dios.

Osho – El Libro del Hombre

Desear lo que tenemos

Deseo y placer. La mente los mezcla en una dimensión temporal y se confunde. El deseo es el placer proyectado en el tiempo, la anticipación de la alegría, el goce o la felicidad. El placer es el “ya”, y el deseo, el “después”.

Presente y futuro. Pero si el desear es un acto determinado por la carencia, por lo que no tenemos y añoramos obtener, cabe preguntar: ¿en qué se convierte cuando lo alcanzamos? Ya no sería privación o escasez, ya que estaríamos haciendo uso del objeto del deseo, degustándolo, consumiendo y agotándolo. Una vez llegamos a la cima, ya no vemos la cima. En ese momento, la psiquis transforma la avidez augurada, en placer contante y sonante. Una vez saciados, a otra cosa, hasta que el deseo empuje de nuevo para eliminar el aburrimiento. Parecería que para el deseo no hay presente, su dinámica fluctúa entre el recuerdo de las sensaciones vividas y la expectativa de concretarlo. Cuando pasa por el presente, no lo identificamos con claridad.

Epicúreo fue el que más se aproximó a una comprensión verdadera de este juego tiempo/placer. No solo lo conceptualizó, sino que lo puso en práctica. Para él y sus discípulos hedonistas, el “goce de vivir” fue el “arte de vivir”. El bien supremo no era la virtud en sí misma, sino el placer saludable y la felicidad asociada. Epicúreo deseaba lo que tenía, las “ganas” se convertían en potencia de vida, en autorrealización, en una fuerza por existir cada vez más, sin mojigatería ni doble moral. Es decir: era un modo de vida, como diría el filósofo Pierre Hadot.

Un punto del epicureísmo que me parece vital, es la diferencia que se establece entre el placer cinético (causado por un estímulo que llega, nos impacta positivamente y/o cubre una necesidad: tengo hambre y tomo alimentos, tengo sueño y duermo, estoy bajado y pruebo estimulantes) y el placer estático (el disfrute reposado y pacífico, el placer fundamental) que se obtiene cuando estamos en una situación “sin dolor”, debido a que el aversivo desparece o se controla y el balance interior ha sido recobrado. El estado estático ideal, el del hombre sabio, ocurriría cuando se logra disfrutar de “la ausencia de una necesidad” bastante tiempo después de que el dolor se ha ido: por ejemplo, el placer de no tener sed, sueño, hambre, ansiedad, de no estar solo, enfermo o en desamor. En fin: el agrado del “no”.

Pero como resulta obvio, esta ausencia del malestar suele pasar desapercibida por nosotros, a no ser que sea reciente. Nadie está feliz porque no tiene una espina clavada o no le duele una muela, si eso le ocurrió hace años o meses. Nadie se alegra de “estar sano”, si no acaba de salir de una enfermedad (se nos olvida muy rápido por lo que pasamos). Pocos agradecen tener una buena pareja, un buen trabajo, unos buenos hijos, amigos y estar vivo, simplemente por que sí. Nos acostumbramos a la ausencia de dolor, al estado simple y maravilloso de estar sin la tortura. No niego que haya estímulos que nos sacudan, y que si no son dañinos conforman el picante de la vida, pero lo otro, lo ya resuelto, lo cotidiano, el sosiego que habitamos por no estar hambrientos, sin achaques o sin padecimientos en general, lo ignoramos. Lo damos por hecho. Creamos una amnesia al “placer del no sufrimiento”, quizás porque sea una felicidad que entra por la puerta de atrás. Estar atentos a los placeres estáticos, que son miles, haría que la alegría de vivir fuera inmensa: desearíamos y disfrutaríamos lo que tenemos, no solamente lo que quisiéramos tener. Recuerdo un señor sobreviviente de la guerra civil española, que había decido mantener activo el placer de una comida digna y un buen vaso de vino después de las angustias pasadas. Cada almuerzo y comida se le veía sonreír para sí.

Algunas religiones cuentan con ritos de “agradecer a Dios” que pueden ser vistos como una forma de atención consciente a la dicha estática. Queda claro que no hablo de resignación o abandono de sí mismo. No me refiero a reprimir el placer, sino a ampliarlo hasta abarcar el presente. Traer el deseo al “aquí y el ahora” es resaltar la dicha que conservamos y no vemos. La serenidad de la mente es una condición que permanece más allá de estimulo-respuesta. Se trata de sentir la plenitud del ahora, el placer de un reposo auténtico donde la percepción del “no dolor” sea cada vez más conciente. Algunos hablan de gratitud.

Walter Riso